“¿Cómo habéis llegado hasta aquí? Por Poza de la Sal no se pasa; se viene.” Esto es lo que nos dijo la guía del centro de interpretación de las Reales Salinas cuando entramos en la oficina de turismo. Parece que este pueblo no es muy conocido. Por eso hoy te queremos hablar de él, para que le conozcas y veas que merece muchísimo la pena ir hasta allí.
Reconocemos que nosotros tampoco conocíamos mucho de este municipio. Nos imaginábamos que habría sal por el nombre pero poco más. A 50 kilómetros de Burgos, medio burgalesa y no conocer Poza de la Sal hasta ahora ha sido un gran error.
La mejor manera de llegar desde la capital es conduciendo por los pueblos de la Bureba, comarca situada al noreste de la provincia de Burgos. En un momento dado nos desviamos hacia Poza de la Sal, situado en la ladera del macizo donde se encuentra el castillo vigilante.
La villa fue nombrada conjunto histórico-artístico. Y bien lo merece. Su casco antiguo es un laberinto de estrechas calles, con buenas pendientes y una arquitectura medieval. Además fue cuna de uno de los mayores naturalistas de este país, Félix Rodríguez de la Fuente.
El salero de Poza
De nuestra visita a las minas de sal de Salzburgo sabíamos de la importancia de la sal desde el inicio de los tiempos. Es tal que ha sido denominada como el “oro blanco”. La sal ha sido siempre muy preciada por su poder de conservación del alimento, por lo que se convirtió en moneda de cambio. En Poza de la Sal era tan importante, que de los siglos XVI a XVIII, gran parte del dominio y explotación del salero pertenecía a la Corona.
Y como bien nos imaginamos, lo de Poza de la Sal debía ser por algo. Sí, había. Los romanos comenzaron a construir acueductos, puentes, todo tipo de edificaciones para la extracción de la sal. Excavaban pozos donde introducían agua dulce para disolverla convirtiendo este agua en salmuera. La extraían y depositaban en unos estanques hasta el verano. En esta estación del año se distribuía en unas plataformas donde el agua se evaporaba y, por lo cual, se quedaba la sal que se guardaba en unas chozas situadas en la parte inferior hasta su traslado a los almacenes.
Para hacernos una idea de cómo se realizaba esta actividad económica podemos visitar las eras reconstruidas muy cerca del pueblo.
Y si vas en verano te recomendamos darte un baño en el manantial que se encuentra un poco más arriba. Podrás sentir en tu piel las propiedades de la sal. Como si del Mar Muerto se tratase, meterse en esta poza de agua con una gran proporción de sal es súper divertido. Entre lo que flotas, lo fácil que es perder el equilibrio y empezar a girar como una bola, las niñas sujetándose a ti, comprobar “lo salados que somos” al salir del agua…: risas aseguradas. Aunque también hay que ser respetuosos con los demás, porque esta poza es para muchos un pozo de bienestar y acuden a darse un baño relajante.
Por lo demás solo veremos ruinas de lo que queda de las salinas, exceptuando la Casa Administración de las Salinas Reales, del siglo XVIII, que actualmente es el centro de interpretación de las Salinas. Para visitarlo hay que adquirir la entrada para la visita guiada en la oficina de Turismo de Poza de la Sal. Es una visita muy interesante e instructiva para toda la familia.
Un diapiro como origen de la sal
Sí, sabíamos que Poza tenía sal. Pero no teníamos ni idea de cómo se había formado y la gran importancia en geología mundialmente.
Hace millones de años ya existía sal en el subsuelo por la desaparición de antiguos mares que existían debajo de nuestros pies. Ésta comienza a ascender a través de los estratos por su baja densidad, como sucede con el agua y el aceite.
La sal, en su empeño de subir, empuja materiales volcánicos, como la ofita, que asoma en el centro del falso cráter que se forma con el hundimiento de parte del Páramo de Masa. Este bloque de ofita es conocido como el Castellar.
Desde el castillo o desde el mirador de la Bureba, al otro lado del cráter, dirección Masa, podemos divisar la perfección de este diapiro único en el mundo y que no sabíamos lo que era hasta ese día. Podemos decir que es un diapiro de libro.
Félix Rodríguez de la Fuente
Si rondas los 40, como nosotros, seguro que has crecido con el programa de televisión “El Hombre y la Tierra”, donde Félix Rodríguez de la Fuente nos mostraba su pasión por los animales. Murió en Alaska en un accidente aéreo rodando un documental. Este acontecimiento fue algo muy triste para toda España ya que Félix era una persona muy querida. Incluso Enrique y Ana cantaban una canción en su memoria. ¿La recuerdas?
En el mirador de la Bureba se alza un monumento en homenaje a este personaje y para recordar su obra y amor por la fauna que nos contagió a muchos.
Si quieres conocer un poco más de este pozano, en la oficina de Turismo puedes encontrar el Espacio Medioambiental de la infancia de Félix Rodríguez de la Fuente.
¿Qué piensas? ¿Merece la pena conocer Poza de la Sal? ¡Sin ninguna duda! Descubrirás un pueblo medieval. Aprenderás sobre las salinas de interior, de su origen, extracción y comercialización. Te sorprenderás de las propiedades de la sal. Conocerás un fenómeno geológico que, probablemente, no hayas oído hablar nunca. Podrás contar a los peques de la familia quién era Félix Rodríguez de la Fuente.
No está mal para una escapada a tierras burgalesas ¿no?