En nuestros viajes siempre somos cinco: Mario, las dos niñas, la furgo (es una más en la familia) y yo. Pero además nos acompaña algo muy importante, que sin él no habría blog, desde luego, que es mi compañero de viajes, mi cuaderno.
La idea surgió en el año 2008, cuando fuimos a Francia a visitar el valle del Loira y sus castillos. ¿Por qué? Porque siempre me surgen dos dudas cuando vuelves. Primera: ¿cuánto tiempo seré capaz de recordar los nombres de los sitios que visitamos, e incluso el recorrido del viaje? Segundo: ¿cuánto dinero me he gastado? (el tirar de cash o tarjeta en un momento dado no me permitía saber por cuanto me había salido el viaje). Entonces decidí llevarlo todo muy bien apuntadito.
Cada día escribo los lugares en los que hemos estado y donde dormimos. Posteriormente apunto todos los gastos, desde la compra en el súper o las entradas a un museo, hasta la barra de pan o el uso de un baño público (50 céntimos a 50 céntimos, al final son muchos euros…)
¿Cuántas veces hemos echado mano del cuaderno? Puf, infinitas: ¿cómo se llama el sitio dónde dormimos cuando fuimos a…?”, “¿cuánto nos costó los peajes cuando fuimos a no sé qué sitio?”,… Y todas esas veces que hemos recomendado algún lugar o viaje en concreto.
Desde luego, sin mi cuaderno de viajes y mi memoria de pez otro gallo cantaría….