Dentro de nada se cumplirá un año de nuestro viaje a Escocia en furgo. Fue un viaje espectacular en el que hicimos un montón de kilómetros. Aun así, nuestras hijas se portaron como unas campeonas. Y por ello había que compensarlas de alguna manera, como siempre hacemos. Uno de los premios sería una visita express a Londres, algo que les hacía mucha ilusión.
Tan solo contábamos con un día para nuestra excursión. Así que había que prepararla a conciencia. ¿Qué y cómo veríamos lo que más nos interesaba? Con alguna guía y algunos trucos para viajar a Londres preparamos un tour para ver lo más característico de la ciudad y hacer una parada en un par de sitios que a las niñas les encantó… y a nosotros también.
Cuando visitas una ciudad de estas características en tan poco tiempo hay que tener en cuenta que debes dejar muchas cosas en el tintero. ¡Cómo nos hubiese gustado visitar algún museo, como el de Historia Natural o el Británico, ir a Candem Town o ver algún musical en Londres! Pero el día da para lo que da. Así que, les dijimos a las niñas que volveríamos con el tiempo suficiente para hacer todas esas cosas y más. Aunque la esencia de esta ciudad nos la trajimos para casa.
Nuestro tour
Al viajar con nuestra camper nos aseguramos de si podríamos acercarnos al centro con ella, como hicimos en nuestra visita a Bruselas. Nos comentaron que ni por asomo entrásemos en el centro con ella. Así que decidimos dejar la furgo en un camping más o menos cercano y bajar al centro de Londres en transporte público. El elegido fue el Lee Valley Campsite. Las tarifas son caras, como suele pasar en estos campings cercanos a grandes ciudades, pero fue muy cómodo para poder movernos en transporte público. Allí mismo venden la Travelcard, una tarjeta que durante un día te da derecho a usar cualquier medio de transporte público: bus, tren, metro o tranvía.
En la misma puerta del camping cogimos el autobús de la línea 215 con dirección a la estación Walthamstow Central Bus. El recorrido fue de unos 35 minutos. Allí mismo cogimos el metro con destino el palacio de Westminster, sede del Parlamento del Reino Unido, otros 30 minutos, más o menos.
Nuestro primer contacto en serio con Londres sería el Big Ben. Así que vimos cuál era la salida de metro correcta para ver el famoso reloj. ¡Y acertamos! La niñas subían las escaleras nerviositas y en cuanto salimos a la calle y nos giramos… Imposible describir esas caritas de emoción. Parecían decir: “¡Es real!”. Podíamos decir que estábamos en Londres.
Después de hacernos las obligadas fotos, y con intención de llegar al cambio de guardia en el palacio de Buckingham cogimos Parlament Street para ver antes el cambio de guardia a caballo en Horse Guards. Al final no llegamos ni a un evento ni a otro, pero el hecho de ver a los guardias con esa pose característica encima de unos caballo impecables merece la pena.
Desde allí, cruzando el parque St. James, nos dirigimos a Buckingham Palace, sin antes intentar fotografiar a las muchas ardillas que se encuentran aquí, bajo la lluvia que no dejaba de caer y que tenía toda la pinta que nos acompañaría durante todo el día.
Claro está que, cuando llegamos al palacio todo había acabado. Pero, aun así, nos asomamos por un huequecillo de la reja para ver a los soldados con sus típicos sombreros y su marchar calculado al centímetro. Tuvimos la ocasión de poder ver a la guardia saliente trotando en sus espectaculares caballos.
Cruzamos Green Park, al norte del palacio, para volver a coger el metro dirección al museo de Historia Natural, en la parada de metro South Kensington. Pero ¿cuál fue nuestra sorpresa? Que había una increíble cola de gente aguardando para entrar. Está claro que hay que madrugar para ello. Al final decidimos darnos la vuelta y ver más cosas y no perder el tiempo en la fila. Total, teníamos un ratillo para ver Londres. Ya volveremos en otra ocasión más despacio.
Volvimos a coger el metro y nos dirigimos a Tower Hill para poder ver la Torre de Londres, (¡cuidado, spoiler!) donde Peggy se casa con la rana Gustavo en la película de El Tour de los Muppets. Miramos, por curiosidad, el precio de la entrada, pero igual que todos los museos son gratuitos, el precio de la Torre de Londres es el de todos juntos. ¡Carísima! Nos salía por un pico los cuatro. Así que, aprovechamos a comer fish and chips en un banco de la plaza donde se encuentra y después nos dimos un paseo por la orilla del Támesis dirección a el archifamoso puente de la Torre de Londres.
Las vistas son chulísimas desde esta orilla. Todo el mundo quiere una foto con el puente de fondo. A veces era un poco difícil disponer de un hueco y que saliese nuestra familia sola. Después de acercarnos al puente y verlo más de cerca, nos dirigimos a los muelles de Santa Catalina, que recordábamos con mucho encanto de nuestra anterior visita a Londres.
Pues sí, tal y como lo recordábamos. Son unos muelles interiores donde atracan barcos impresionantes. Muy coqueto, la verdad. Nos encantó darnos un paseo por sus aceras y cruzando puentes levadizos. Después de un café con vistas al puente de la Torre lo cruzamos para volver por la otra orilla del río.
Una de las cosas curiosas de este paseo es ver cómo se entremezclan la diversidad de edificios: antiguos con modernos, bajos con altos,… Igual que la gente que te cruzas. Creo que Londres es una de las ciudades más cosmopolita que existe. Lo que no te encuentres en Londres no lo ves en otro lugar.
Llegamos al puente de Londres, lo cruzamos para dirigirnos de nuevo a la orilla norte y cogimos el metro en Monument dirección ¡Picadilly Circus! He de reconocer que a estas horas estábamos deseando sentarnos en el vagón del metro. Nuestros cuerpos ya empezaban a resentir la paliza a andar que llevábamos encima.
¡Ooohhh! Picadilly… ese mundo de color, luces, neon. Esa combinación de pantallas gigantes mostrándonos lo más cool del momento y las fachadas de edificios construidos hace varios cienes de años. ¡Y cuánta gente! De todos los colores y tamaños.
Las niñas no podían dejar de mirar a todos los lados. Allí estaban, en Picadilly Circus, después de ver esta plaza infinidad de veces en la tele. Estaban encantadas… Aunque más encantadas estaban, después de nuestra ruta por Londres, por llegar a nuestros próximos destinos, lugares que les harían olvidar su cansancio y dolor de piernas. Dos sitios que no te puedes perder si viajas con niños… ¡O no! Solo hace falta ser un niño más, como nuestro amigo Raúl que fue quien nos los recomendó.
Muy cerquita de aquí, en Regent Street, encontramos la felicidad personalizada para niños y adultos: Hamleys, la juguetería más grande que hemos visto nunca. Cinco plantas saturadas de juguetes y juegos de todo tipo, los que te imaginas y los que no. Un mundo de color y diversión al alcance de sus pequeñas manos. Todo esto con unos empleados súper jóvenes y muy divertidos que harán que tu visita a Hamleys sea genial y, como buenos vendedores, te lleves algo de recuerdo. Los ositos Teddy de todos los tamaños y con multitud de complementos, la familia real inglesa en piezas de Lego, el piano gigante como el de la película de “Big”, las “auténticas” varitas de Harry Potter para los más fans, trucos de magia,… son muchas de las cosas que puedes ver allí. Si decides ir dedícale tiempo porque se te pasará volando.
Y el otro destino soñado por las niñas era M&M’s World, en Coventry Street. Bueno, bueno, bueno… a ver por donde empiezo. Según entras allí se te abre la boca y no puedes cerrarla. Una tienda de M&M’s de tres plantas, todo relacionado con los caramelitos de chocolate o cacahuete. M&M’s gigantes, ropa de todo tipo y colorido, tubos cargados de todos los colores existentes para que te sirvas a tu gusto… Es genial para verlo, no para comprar. Son los M&M’s de toda la vida, los que venden en cualquier lado, pero cuatriplicando el precio. Pero merece la pena darse una vuelta por el local.
Y hay gente que tiene un tío en América, pero yo tengo un primo en Londres, así que aprovechamos para quedar con Gonzalo y cenar con él. Después de dar una vuelta por el Soho, muy cerquita de Picadilly, cenamos en el Barrio Chino.
Y de ahí, de vuelta a Walthamstow Central Bus para coger el autobús y regresar al camping.
Fue una paliza de día pero todos muy contentos. Las niñas pudieron hacerse una idea de que cómo era Londres. Lucía decía que si nos podíamos quedar un día más, pero era, o quedarnos o el segundo premio, visitar Futuroscope en Francia. Ambas decidieron que no iban a hacerle ascos a Futuroscope.
Volveremos. No hay nada que no solucione unos vuelos baratos y tres o cuatro días libres. Aunque haya sido un viaje express, Londres lo merece… y nuestras hijas también.
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