Pues sí… Irlanda no decepciona. Poder recorrer la isla en nuestra furgo ha sido ideal para conocerla como a nosotros nos gusta, decidiendo en cada momento qué ver o visitar. Su costa es digna de recorrer paso a paso, despacito, disfrutando de cada rincón. Ese verde que no te abandona nunca en todo el viaje. Y su gente… ¡Qué bien se está en Irlanda!.
Viajar en furgo por Irlanda ha sido todo un acierto. La aventura comienza desde el momento que embarcas en el ferry. Ésta continúa conduciendo por la izquierda. Y perdura en cada parada dispuestos a descubrir la isla. Si no hubiese sido en furgoneta, lo mejor hubiera sido alquilar un coche y dormir en los muchísimos “Bed and Breakfast” que te encuentras por el camino. Eso sí, no cometas el mismo error que nosotros. Si no tienes más de dos semanas dedícalas a una zona concreta de Irlanda. Quisimos abarcar demasiado y nos vinimos con la sensación de haber corrido mucho en la última parte del viaje, la costa oeste.
Tenemos que tener en cuenta que en Irlanda hay dos países: República de Irlanda e Irlanda del Norte que pertenece al Reino Unido. Sorprendentemente, éste último nos pareció más barato en muchos aspectos. Quizá sea porque ahora (2017) la libra está muy baja comparada con el euro y esto se nota.
Irlanda en general es muy rural. Constantemente te encuentras casitas de campo por todos los lados, fuera de pueblos y ciudades. Los prados abundan, igual que las ovejas pintadas con algún spray de color para diferenciar los propietarios.
Casi todas las noches hemos dormido en campings. Normalmente cobraban por vehículo. Ni siquiera preguntaban el número de personas que viajaban con nosotros. Y parecía que hubiese precio estandar: 20 libras en Irlanda del Norte (unos 22€ al cambio) y 25€ en Rep. de Irlanda.
Generalmente hay que pagar para visitar muchos lugares, para estacionar el vehículo y acceder, por ejemplo, en la Calzada de los Gigantes o los acantilados de Moher. Menos mal que existen los tickets familiares y, al menos, algo te ahorras. Aunque hay dos manera de conocer estos lugares gratis. Una de ellas es acercarte una vez que cierran al público. Puedes aparcar y acceder sin ningún problema. Así que, hay que tener en cuenta los horarios de visita. Y la otra es acceder andando. En estos ejemplos de los que hablamos, puedes llegar a ellos por el camino que recorre la costa, que son preciosos por cierto. Tan solo hay que seguir las indicaciones.
Te vamos a contar como fue nuestra ruta, a grandes pinceladas, para luego contarla detenidamente. Quizá, quién sabe, te inspire para plantearte un viajecito por tierras irlandesas, en furgo o… ¿qué más da? ¡Cómo tú quieras!
Después de recorrer parte de Francia, parando un par de días en el parque de Puy du Fou, llegamos a Cherbourg. Desde aquí partía el ferry que nos llevaría hasta Irlanda. Para que te hagas una idea de como es el viaje hemos preparado un pequeño video. Dale al play…
Nosotros viajamos con Irish Ferries. Eran los que más se acoplaban a nuestros días. El trayecto dura unas 18 horas y, como has visto en el vídeo, es como un mini crucero. El elegir camarote fue un acierto, sobre todo si viajas en familia. Tener tu espacio, con tu baño, se agradece, y el precio no es excesivo si divides entre cuatro, como es nuestro caso.
El precio del pasaje varía según las fechas en las que viajes y dependiendo del tipo de camarote que elijas (hay de dos, tres, cuatro y cinco estrellas). Para que te hagas una idea, nosotros cuatro con la furgo, camarote 2* con ventana para la ida (ya no había interiores), camarote 2* sin ventana para la vuelta, en pleno agosto, no llegó a 800€.
Llegamos por la mañana a Rosslare, en el sureste de Irlanda. Nos dirigimos hacia Dublín. En el trayecto hicimos una parada en las colinas de Wicklow y visitamos Glendalough, un antiguo monasterio ubicado en un lugar espectacular. Lo que más llama la atención es su torre circular y el cementerio repleto de cruces celtas.
Desde Dublín salimos con el guía del tour guiado de Irlanda en Español hacia Howh. Con el grupo visitamos el Casino Marino, el castillo de Malahide y la península de Howh. Un tour cargado de historias y anécdotas de las que aprendimos mucho y comprendimos muchas cosas de Irlanda.
Esta noche fuimos a dormir al bed and breakfast Bective Mill House, que tiene zona de acampada. Por 20€ tienes baños, duchas, electricidad y agua. Dormimos al lado de un antiguo molino, con el río cerca y un prado de vacas. Además, la familia que lo regenta es encantadora.
Dejamos la furgo en el B&B y cogimos un bus hacia Dublín para pasar el día allí. Importante: si vas con la familia, pide ticket familiar en todos los sitios, incluso en los medios de transporte.
Dublín se merece un post para ella sola. Lo único que te voy a decir es que no puedes esperar encontrarte un Madrid, un París o un Londres. Dublín no destaca por sus monumentos pero… ¡tiene un ambiente! Es una ciudad que se vive en la calle. Solo pasear, mirar a todos los lados, pararte en un pub, observar los artistas callejeros,… ya merece una visita.
(Pincha para ver nuestro post Disfrutando Dublín en familia)
Cogimos la furgo y nos dirigimos hacia el norte. Queríamos conocer Newgrange y Knowth, unos monumentos funerarios de hace 3000 años antes de Cristo. Consiste en una cámara en forma de cruz, cubierta de grandes piedras, tierra y turba. Está orientada de tal manera que en el solsticio de invierno, entran los rayos solares por el pasillo e iluminan la cámara. Es alucinante pensar en el control sobre temas astronómicos que tenían en aquella época.
Esta noche dormimos en el camping Gyles Quays, antes de pasar a Irlanda del Norte.
Ya en el país vecino, y con ganas de conocer algunas localizaciones de “Juego de Tronos”, decidimos tirar hacia “Invernalia”. Muchas escenas de Invernalia se rodaron en la granja de Castle Ward, un palacio en un lugar increíble. Una pena que llegásemos un poco tarde y no pudiésemos investigar todo lo que ofrece esta enorme finca. Merece mucho la pena pasar todo un día allí.
Con intención de visitar al día siguiente Belfast, dormimos en un área de autocaravanas gratuita en pie de mar: “The Commons”.
El museo del Titanic nos esperaba en Belfast. Este, uno de los mayores atractivos de la ciudad, nos cuenta la historia del barco más conocido del mundo. ¿Qué decir del museo? El edificio es espectacular, la exposición es espectacular,… Hasta hay una atracción donde te montas en una vagoneta y te lleva por los astilleros virtuales en plena construcción del transatlántico. Interesante e imprescindible si te gusta la historia del Titanic.
Históricamente hablando, nos pareció más interesante el museo del Ulster. Fuimos para ver el tapiz que se ha tejido sobre la serie «Juego de Tronos». Nada más y nada menos que ¡70 metros con lo más relevante de cada temporada! Pero al recorrer el museo me gustó ver y conocer toda la historia de Irlanda, desde la prehistoria hasta ahora. Y para los niños, una sala donde jugar, disfrazarse y aprender. Además, gratuito. Bueno, te piden una donación como todos los museos del Reino Unido.
Esta noche la pasamos en Curran Court Caravan Park con intención de comenzar al día siguiente la Causeway Coastal Road.
La Causeway Coastal Road es una de las carreteras más bonitas de Europa. Recorre la costa que va desde Belfast hasta Derry, London-Derry.
Te contaremos lo que disfrutamos en esta ruta en otra entrada. ¡Qué maravilla! Probablemente sea lo que más nos ha gustado de todo el viaje. Ahí lo dejo….
Llegamos a Derry-London Derry. Esta ciudad dispone de las únicas murallas que se conservan intactas y que se pueden recorrer a pie en toda Irlanda.
Pero lo que más llama la atención son los murales de Rossville Street. Una mezcla de tristeza y emoción te recorre el cuerpo cuando ves lo que representan cada uno de esos dibujos. Lo que sacamos en claro con las niñas es que, a veces, dudamos que la especie humana sea humana…
Salimos del territorio de las libras y volvimos al euro. Esta vez dormimos entre dunas en el camping Tramore Beach.
Desde aquí comenzamos a bajar por la costa oeste, la Wild Atlantic Way, la ruta costera más larga del mundo. Pusimos rumbo hacia Slieve League, unos acantilados que, aunque no son tan conocidos como los de Moher, son impresionantes. Son los más altos de Irlanda. La pena es que las nubes se plantaron en la cima y no los pudimos ver como nos hubiese gustado.
Aquí nos dimos cuenta que nuestras expectativas eran muy altas. Queríamos ver mucho y no teníamos tiempo suficiente. Así que comenzamos a sacrificar muchos lugares que teníamos apuntados en la lista (el parque nacional de Connemara, Galway,…).
Esta noche la pasamos muy cerquita de los acantilados de Moher, en Dooling, camping RiverSide.
¡Por fin vimos los acantilados de Moher! Eso sí, con una suerte impresionante. En el momento de entrar en el aparcamiento de los acantilados (sí o sí hay que dejar el coche ahí, pagando 6€ por adulto) la niebla no permitía ver a más de dos metros. Antes de pagar nos comentaron que no se veía nada y que si decidíamos entrar, la entrada nos valdría para el día siguiente. Muy agradecidos por ese apunte entramos, porque era esa ocasión o nunca.
Estuvimos más de dos horas esperando a ver si levantaba la niebla. Al menos estuvimos entretenidos viendo el centro de visitantes y a los inconscientes que se saltaban las vallas para hacerse la foto al borde del precipicio.
Mirad las fotos y juzgar vosotros por qué los acantilados de Moher son un hito en Irlanda. Espectacular ¿no?
Y de ahí hacia el anillo de Dingle y al de Kerry. Son unas penínsulas, en el suroeste de Irlanda que se pueden recorrer conduciendo por la carretera que bordea a cada una.
Pernoctamos en el camping Green Acres.
Este día aprovechamos para conocer Dingle, comer en un pub (Páidí Ó Sé’s Pub, donde comimos genial) y visitar el oratorio Gallarus, una ermita paleocristiana.
Para avanzar un poco más, quisimos dormir cerca del anillo de Kerry. Para ello tuvimos que pasar por el parque nacional de Killarney. ¡Qué pena no haber dispuesto de más tiempo porque este parque tiene una pinta increíble! Al menos fuimos a ver la cascada de Torc y pudimos andurrear un poco por el inmenso bosque.
Esa noche dormimos en el camping Kenmare.
El anillo de Kerry no lo recorrimos entero ya que nos adentramos por carreteras muy estrechitas hacia el interior que era mucho más salvaje. Pudimos ver el Carrantoohill, la montaña más alta de Irlanda.
Divisamos las islas Skellig, donde se rodó el final del Episodio VIII de Star Wars, vimos los acantilados de Kerry (avisamos que hay que pagar para verlos) y nos adentramos un poquito en la isla de Valentia.
Pasaríamos la noche en Killarney, en el Donoghues White villa farm caravan park.
Ya de regreso hacia Rosslare para volver a coger el ferry paramos en Cobh, última parada del Titanic. ¡Nos encantó esta ciudad! Aunque es muy turística y escala de muchos cruceros, es cierto que mantiene ese puntillo de la época del famoso trasatlántico: sus calles, sus edificios, su catedral presidiendo todo desde la altura,…
Visitamos el Cobh Heritage Centre, para conocer mejor la historia de las emigraciones de Irlanda y la vida marítima de Cobh. Un museo entretenido e interesante. ¡Y con audioguía!, cosa que se agradece.
Pernoctamos en el Duncannon Camping, nuestra última noche en Irlanda. A partir de ese punto, nos encontramos con muchas áreas de autocaravanas, suponemos que por la proximidad al puerto de Rosslare.
Vuelta para casa. Pero nos dió tiempo conocer el Hook Head. Dicen que es el faro en funcionamiento más antiguo del mundo.
Pues esta es nuestra ruta por Irlanda. Está claro que tenemos que volver… y volveremos. Son muchas cosas que nos hemos dejado pendientes. Desde luego, Irlanda es un país para repetir… ¡mil veces!
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