Las expectativas eran altas. ¿Realmente los campos de lavanda en Brihuega serían tan bonitos como en las fotos? Nuestra duda se resolvería nada más pasar un cambio de rasante y ver el campo teñido de morado.
No sabíamos ni que existían. ¡Mira que lo tenemos cerca de casa! A una hora de Madrid. Fue el año pasado cuando Tragaviajes nos puso en preaviso con unas fotos espectaculares. Este año queríamos ver la lavanda alcarreña con nuestros propios ojos. Así que, sabiendo que era julio cuando la flor está en su máximo esplendor, hemos estado muy pendientes para no perdernos este espectáculo.
Salimos por la tarde pero con tiempo. Ya habíamos escuchado que el mejor momento para ver los campos era al atadecer. Nos montamos en la furgo (aunque no teníamos intención de quedarnos a dormir, las escapadas también se disfrutan más con ella) y pusimos rumbo a Brihuega.
Un accidente en la A2 y atascazo a la altura de Guadalajara nos hizo desviarnos por carreteras secundarias, tan estrechitas que en algunos momentos nos recordaban a las de las Highlands escocesas, aunque el paisaje no tenía nada que ver. Fue genial este ratillo, disfrutando de los campos castellanos y de los pueblos por los que pasábamos.
Cuando llegamos a Brihuega, seguimos las indicaciones de Viaja por libre para llegar al prado exacto donde tienes la opción de pasear por los campos. Hay que decir que las plantaciones son privadas y en muchas te sugieren que no entres.
Nada más cruzar Brihuega, tiramos hacia la derecha, dirección Malacuera (coordenadas: 40.757941, -2.785781). Ibamos en busca de la plantación donde se desarrolla el Festival de la Lavanda cada año. Todo el mundo vestido de blanco se sienta en las sillas que se colocan en las hileras mientras se pone el sol, escuchando un concierto de algún artista de renombre. Tiene que estar chulo. Quizá algún año…
Un poco más adelante, el campo morado, nos indicaba que habíamos llegado. En una pequeña explanada, que hace las veces de aparcamiento, nos recibe un amable señor, el cual nos ofrece, a cambio de dos euros, una pulsera distintiva, un ramillete de flores de lavanda y el recorrer los campos púrpuras, tanto éste como otro que se encuentra en la carretera dirección Siguenza (coordenadas: 40.790312, -2.849016).
«¿Algún consejo?» le pregunté. «Esperad al atardecer. El campo es espectacular»
Nos adentramos caminando por los surcos. El sol se encontraba muy alto todavía, quizá por ello no se veía el morado que esperábamos. Pero, aun así, el paisaje era increíble. Al encontrarse la lavanda en una colina, ésta cubría el terreno subiendo y bajando, como si de olas se tratase.
Enseguida nos percatamos de la presencia de las abejas. Un zumbido penetrante lo confirmaba. En un principio daba un poco de respeto pero enseguida nos dimos cuenta que, si las ignoras ellas siguen con lo suyo.
Aunque había gente, el campo es tan grande que las buenas fotos están aseguradas. Porque, eso sí, la cámara de fotos no se puede olvidar. Es el escenario perfecto para sacar unas imágenes de enmarcar.
Después de hacer todas las fotos que quisimos y más, decidimos conocer el otro prado, antes de que se pusiese el sol.
Aquí la lavanda tenía un morado más intenso. Debía ser otra especie de espliego. La mata era diferente, más pequeña.
El sol comenzaba a caer tras el horizonte. Y sí, era espectacular.
Además de visitar los campos de lavanda,Brihuega bien merece una visita. Su Real Fábrica de tejidos o el museo de las miniaturas son parte del patrimonio que dispone esta villa de Guadalajara que, durante el mes de julio, se tiñe de morado.
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